noviembre 21, 2024

Acapulco. (30 de diciembre). – La última vez que llegaron hombres armados a la taquería Chely, su dueño, José Alfredo Orozco, no tuvo tiempo para defenderse, lo asesinaron. En el anterior ataque, alcanzó a resguardar a su esposa y sus hijas, tomar su pistola y repelerlo.

La tarde del 14 de noviembre, a unos días de reabrir su negocio tras la devastación que provocó el huracán Otis, hombres armados asesinaron a balazos a José. Los criminales lo estaban extorsionando y, en Acapulco, casi todos —incluidas las autoridades— lo sabían.

Estos dos últimos ataques no fueron los únicos, fueron varios y José ya había pedido ayuda a casi todas las autoridades.

El 23 de diciembre, su esposa colocó una lona en la fachada del negocio para anunciar el cierre tras 20 años de funcionamiento y, no sólo eso, también informó que dejaba Acapulco.

“Adiós Acapulco, gracias gobernadora Evelyn Salgado Pineda; fiscal Sandra Valdovinos; presidenta municipal Abelina López por tanta corrupción e inseguridad, por ignorar mis súplicas, pedí ayuda a todas las corporaciones del gobierno, nadie me ayudó, nadie escuchó. La única respuesta que recibí de la fiscal fue ‘que me vaya porque también me iban a matar y que su responsabilidad no era cuidar a los ciudadanos’ (sic)”, escribió en la lona.

El asesinato de José y el cierre de su negocio tiene una larga historia que casi todas las autoridades ignoraron.

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